7 de febrero de 2009

TIM BURTON. CLOWN EN EL ABISMO DE LA CONFUSIÓN.

Releyendo mi Diario, encuentro estás breves reflexiones esbozadas en el año
2001 ante el estreno de El planeta de los simios. Nada ha cambiado en la obra de Burton en estos años que parezca solicitar la modificación de estos apuntes.

* Tim Burton. El "esteticista" joven director americano por excelencia. Su obra solo se construye sobre la pertinencia fotográfica o pictórica. Cada plano busca sorprender o conmover estereotipadamente al espectador. De allí, los encuadres y la composición notablemente "correcta", por supuesto de una corrección meramente pictórica. Así, el film avanza de cuadro en cuadro, sin que la verdadera acción la turbe jamás. Imposible ocultar el origen de Burton como dibujante de historietas y animación.

* Atraído por los seres marginales, es un marginal y no un excéntrico. "Marginal" en el sentido mas bajo y contemporáneo del término: alguien que vaga en los márgenes (de la cultura, de la ética), alimentádonse de sus restos (géneros, estilos, temas) y que postula no solo su aquiescencia tal estado de cosas caído, sino que lo celebra ruidosamente, multiplicando su confusión.
Así, sus personajes son torpes proyecciones autobiográficas (compárese esto con la magistral estrategia de un Cóppola): un joven oscuro y solitario (el joven manos de tijera), un descuidado ejecutor de abortos fílmicos (Ed Wood a quien orgullosamente se denomina "el peor director de la historia"), un joven e ilustrado médico miope perdido en los confines de la América puritana (en Sleepy hollow), todos refractados en la figura de Johnny Deep, ese Doppelganger monstruoso de Burton, pura inanidad

* El "marginal" nunca osa acercarse al centro, bien porque desconoce plenamente donde se encuentra este, bien porque prefiere pararse en los limes y gritar a voz en cuello su "protesta" de ser único y singular contra lo que ocurre detras del misterioso muro que no se anima a saltar.
Su simétrico opuesto es el "excéntrico", tantas veces confundido con aquél. Pero el excéntrico, sabe perfectamente donde se encuentra el centro y decide ubicarse a prudencial distancia (ex – céntrico), definiéndose dialéticamente con respecto a ese centro presente y reconocido en tanto fuente de sentido.

* Si Huston es el confuso cantor del heroísmo en la derrota, Burton es el maestro de ceremonias, el clown, en el abismo de la confusión.

* El planeta de los simios. Otro paso más en el camino de la "desmitificación", verdadero espíritu que guía a Burton y otros de sus contemporáneos (Tarantino, los Hermanos Coen y un largo etcétera). El Mito como mentira (el origen mítico de los simios, no es más que una mentira ideológica para calmar la angustia de los primates).

* Quien no posee el "epos" no puede narrar (recuérdese al pasar que el primer sentido de mhytos es precisamente el de "narración"), por eso Burton combate la virtualidad épica del film con una puesta en escena contra-épica (vg. la batalla final entre simios y humanos).

* Burton nos enrostra una mona ecologista, receptáculo y custodio de las más trilladas banalidades de un cómodo progresismo primermundista, propuesta urbi et orbi como "puente" entre dos posibilidades existenciales y políticas.

* El final. La infaltable denuncia contra toda forma de autoritarismo que hace que en una última pirueta Burton quiebre hasta los postulados diegéticos de su obra (¿Dentro de que lógica (fílmica) cabe el encumbramiento del "militarista" Thade como Padre Fundador de los Estados Unidos?). ¿No es una pesadilla aún peor -de la que el agobiado espectador intenta despertar- esta película donde todo (como en un mundo caótico y descentrado) es posible, hasta que una máscara como la de Mark Walbherg (otro ente inane) pueda emblematizar los rasgos del heroismo?. Aquí también asoma el espíritu de parodia.

* El "pacto" final. Absurdo. Si hombres y monos pueden "convivir", si pueden construir un pacto social, nada tiene sentido en la definición de Hombre. Si el valor de la versión original, como bien señaló en su momento Edgardo Cozarinsky, residía en la dolorosa inversión de la preeminencia humana y su rebajamiento, aqui (como era de esperar en un film de Burton), tal rebajamiento es bienvenido y hasta oscuramente celebrado. Aqui, el nihilismo de Burton muestra su simiesca faz.