30 de diciembre de 2009

Titanic en mi Diario 3



Seguimos publicando estas notas ínfimas y harto fragmentarias, en vigilia de Avatar: 1 de enero de 2010 en Argentina.


14 de febrero de 1998

Ciertamente no he podido aún reflejar en estas notas la impresión que me ha causado Titanic (pero ¿es “profunda” un adjetivo posible en este contexto? ¿O “indeleble”, o habría que eliminar la idea misma de “impresión” por equívoca? Sin embargo, es una huella, una marca impresa en mi espíritu lo que deja).
No es solamente que sigo pensando en sus simetrías y símbolos: las manos, el juego de ojos, la proa y la popa, la simbología crística de Jack, el “corazón del océano”, la realeza, el uso perverso del cine, etc, sino que la emoción artística y vital que me embarga cada vez que vuelvo a pensar en ella (y esto ocurre a cada instante, como cuando enamorados, nuestro pensamiento “vuela” en busca del objeto de nuestro Amor).
Por el momento no me siento capaz de desbridar su alcance en tanto cine autoconciente, obra magna y Summa. Un signo del genio: poder pensar con los propios maestros y discípulos al mismo tiempo y en la misma obra (Vg. Welles y Coppola, pero también Daylight de Rob Cohen y Twister de Jan de Bont).


15 de febrero de 1998

La Catedral: la “Obra de arte total” del cristianismo. Forma sintética que el genio medieval supo acuñar en su perfección de datos tradicionales y que el romanticismo, wagneriano o no, quiso a su manera revivir (si lo consiguió o no, es todavía cuestión que pesa sobre nuestra vida espiritual…).
Hoy, únicamente el Cine puede aspirar a construir esa Obra de arte total (y a su público en tanto ecumene, cuestión nada menor por cierto).
NB: la catedral es también una nave (Sedlmayr). Ver en este sentido a Titanic.


19 de febrero de 1998

Por la mañana. Conmocionado por la noticia de la muerte de Jünger a los 102 años. Representaba para mi la imagen de un ser inmortal. El no podía morir. Me conmueve tanto su fin individual como el de ese mundo del que era emblema en sentido histórico y transhistórico. Ese mundo muere con él, que duda cabe. Dedico in mente un pedido de salvación por su alma.
Jünger, muerto dos meses después del estreno de Titanic

21 de febrero de 1998

Al despertar, una intuición o más modestamente, un puente entre datos que la vigilia había mantenido aislados sobre Titanic. Gloria Stuart, la Rose anciana, trabajó como actriz en la Metro en los ´30 (Rose también era actriz de cine…). ¿Cuál fue su película más importante? El hombre invisible de Whale precisamente… La autoconciencia recoge hasta las migajas de sentido caídas del Gran Festín y convertidas ya en cotilleo de enciclopedias…

5 de marzo de 1998

Por la mañana. Leo en el suplemento de cultura (?) de un matutino un comentario, crítica o como se lo quiera llamar, sobre Titanic escrito por un tal…
Es éste un perfecto ejemplo de la estolidez que campea entre los “especialistas” del cine. Porque si ya toda especialización es un cercenamiento del intelecto, al menos en otras parcelas del saber, presentan la ventaja de la erudición (¿la literatura? ¿la música? Esta última, con salvedades tal vez si…).

Ahora bien, el Cine (entendido así, con mayúscula) es un arte que no tolera especialización alguna, ya que al ser el único arte en nuestros días (este “nuestros” es así desde hace casi setenta años) capaz de producir la Obra de arte total, demanda del exegeta-espectador-crítico la posesión total de la cultura, tanto en sentido tradicional como intelectual-moderno.

Fuerza es reconocer que Titanic resulta un escollo insalvable para quien no posee en si la cultura. Se presenta a la manera de un gigantesco monstruo (no de acero precisamente…), un Leviatán de precisión iniciática presto a fagocitar sin piedad al crítico medio semi-ilustrado – nótese que esto no es así con respecto al espectador ingenuo, al que se acerca a la película “como un niño”-.
Ese crítico medio, cuyo nombre es legión, debe echar mano a su desvencijado arsenal de fragmentaria doxa y vagas nociones culturales para descalificar esta obra maestra absoluta de Cameron.

Si no le resulta posible descalificarla completamente (el crítico medio es bastante impresionable), en ese caso siempre queda bien recurrir al adjetivo “hollywodense” a propósito de cualquier cosa – ¿y es que alguien puede hoy decir donde queda Hollywood? ¿Será alguien tan ingenuo para ubicarla únicamente en los alrededores de Beverly Hills?-. Para justificar ante si mismos y sus estólidos lectores, un placer que reputan culposo, la maquillarán hasta dejarla “aceptable” en sus términos, es decir, perfectamente irreconocible.
En esto no hacen más que reproducir la conducta de un Caledon con Rose (que no otra cosa es la perfección de una obra autoconciente: aquella que contiene en si, el retrato espiritual de sus futuros detractores).

Véase sino el presente caso. Tras espetarnos apreciaciones del tenor de “Titanic es una épica sociológica transformada en love story tecnocrática” (???) nos previene que “Cameron no elige las sutilezas para mostrar esta relación [la de los protagonistas]: todo es más grande que la vida, caricaturesco, simple y hasta algo banal”, verdaderas gemas del despropósito crítico. La mera confusión de lo “más grande que la vida” (¿habrá siquiera oído nombrar este escriba a Nicholas Ray y su Bigger than life?) y lo caricaturesco, es decir, lo más pequeño que la vida, en cuanto visión desde lo inferior, caótico o caído, bastaría en buena ley para invalidar estos balbuceos.

El susodicho… nos exhibe, eso sí, las supuestas credenciales que oficializan su cultura cinéfila: recuerda a John Ford (y erra), a Orson Welles (y lo hace librescamente), a D.W.Griffith, a Eisenstein (¿creían Uds. que podía faltar? … cree traerlo por su propia voluntad, cuando es la monumental autoconciencia de Cameron la que hace comparecer su fantasma para ajustar cuentas con él…) y hasta a David Lean (¡Dios nos asista!) y Cecil B. de Mille, guardando con éste último las distancia crítica de rigor que corresponde a crítico tan avisado, para – después de una lacónica referencia a la visión, atención! “neomarxista” (sic) de James Cameron- hacer finalmente gala de su poder de síntesis al definir a Titanic como “una gigantesca rareza del cine de Hollywood: una épica socialista” sin escalas.
Error tipográfico o conceptual, poco importa. “Sociológico” o “socialista” … habrá dado la venia a su lector-espectador medio semi-ilustrado y bien pensante para disfrutar sin culpas de un producto de Hollywood, pero eso sí, con la etiqueta de “rareza” (recuérdese: la clave del día ya no es más “comprometido” sino “bizarro”) claramente legible en el socialista dorso.

1 de diciembre de 2009

Titanic en mi Diario 2.


Estas son las primeras entradas, ahora si en orden, sobre el Titanic en mi Diario.

No resulta un dato menor en el sentido general de este Diario y para su autor, que la que sigue sea exactamente la primera anotación en él. Así, el opus magnum cameroniano fue uno de los secretos llamados a comenzar esta obra propia, que continúa hasta hoy, casi 12 años más tarde.


9 de febrero de 1998

Vivimos (el plural es correcto aquí) desde el jueves 5, bajo el shock del Titanic de Cameron. A mi juicio la primera verdadera obra maestra de Cameron. No solo su mejor película hasta el momento, sino uno de los más grandes filmes de la última década.
... sostiene que se trata sencillamente de una “Summa”, que no hay una diferencia esencial de perfección entre y las anteriores películas de Cameron. Estoy de acuerdo en la primera aseveración, no así en ésta última. Titanic es la cima de perfección del artesanado de Cameron.



Compruebo una vez más que el margen de acción del azar en el mundo es, como mínimo restringido y en última instancia, inexistente. Solo dos días después de ver Titanic accedo por vez primera a Internet. Experiencias paralelas.

Hablaré de ese primer encuentro y de las reflexiones que me suscitó más adelante. Aquí solamente quiero resaltar el cararcter inequívocamente “titánico” de esa red. No solo su voluntarismo conquistador y seudo-unificador, su falso ecumenismo. Sino también su status de continuador de la mentalidad liberal-progresista que dio vida al barco Titanic. (1) Cabe reflexionar que si bien el crack del ‘29 fue, como muestra Cameron, un serio golpe a las esperanzas de “progreso ilimitado” de esa mentalidad (Caledon Hockley se suicida al perder su fortuna).

Pero ésta parece simular no haberse dado cuenta de aquél suceso – claro que, por eso mismo en 1998 Cameron retrocede casi 80 años en la historia de Occidente para mostrar el temprano fracaso de aquella mentalidad; desde ese año los Titanic abundan- y hoy enarbola un nuevo avatar de sus sueños redencionistas bajo el conjuro de la “globalización”, palabra cuya miope repetición por parte de los eternos periodistas disfrazados de pensadores, muestra hasta que punto ha decaído la idea de “universal” o “ecuménico”.

Por otro lado, y en otro orden de cosas, ¿qué es Bill Gates sino un recién llegado que como el Cal de Titanic afirma cínicamente que “ahora nosotros somos la realeza”?
¿Qué cosa diversa podemos esperar de esto nuevos filántropos electrónicos, que no contentos con usurpar diletantescamente el lugar de la aristocracia intentan acceder a su centro de poder y “planificar” la sociedad, “diseñar” la economía, dar consejos sobre como vivir y como si con toda esta parafernalia no alcanzara, ocupar también el puesto de pensadores de “lo por venir” a la manera de oráculos invertidos?

Ver para este último tema la simbología de los delfines en Titanic. Delfos: el oráculo. Delfín: el heredero de la corona de Francia… Es Jack el único que nota la presencia de los delfines que escoltan al Titanic en su partida, simple anticipo de su afirmación de “potestad”: “Soy el Rey del Mundo”.

Por otro lado, la joya que es el centro diegético y simbólico del film – The heart of the Ocean – está hecha, recuérdese, con las joyas de la corona del último rey de Francia, decapitado, o sea la legítima herencia de su Delfín precisamente…

(1) Hoy esa cruda visión inicial de mi parte, que esencialmente sigo considerando correcta, ha ganado en matices. Es el viejo tema del desvío de la máquina de sus fines. No hay que olvidar (y yo lo olvidé en el '98 o aún no lo había comprendido) que Griffith en última instancia tomó una máquina, creada para reproducir la realidad y la convirtió en instrumento de su invención de una forma de mostrar la "otra" realidad (eso que seguimos llamando Cine). ¿Por qué no Internet entonces?


11 de febrero de 1998


Leo en el diario de hoy, una anécdota de dos argentinos que trabajaron como extras en Titanic. Estaban de paso por México y quisieron ver el set. El personal de seguridad, obviamente, no los dejó ingresar. Entonces dijeron ser extras contratados. “¿Y quién los manda?” preguntó el seguridad. Sin pensarlo uno de ellos contestó: “Jesús”. “Está bien, pasen”. El jefe de casting se llamaba Jesús García.



El bosque o la nave. La imagen es de Jünger. El emboscado o el tripulante de la nave. O más bien: el emboscado como (obligado) tripulante de la nave. Jünger pensaba también en el Titanic.



Por la tarde. Intento de ver Titanic por segunda vez. Imposible. Entradas agotadas (¡dos salas completas todo el día!) Interesante charla cinéfila con … Ideas sobre Coppola, Friedkin y especialmente Cameron. Su “voluntad de poder”. Su poder de síntesis. Análisis pormenorizado de Titanic.


14 de febrero de 1998

Ayer por la tarde. Veo por segunda vez Titanic. Me lleva más de una hora salir del shock. No solo mejora mi impresión de la primera vez, sino que consigue lo inesperado: emocionarme el doble. Lloro de comienzo a fin. Las escenas del naufragio son inenarrables (no logro encontrar los adjetivos correctos, las palabras resultan torpes). Por ahora no voy a hablar en este diario de todas las claves de la película. Solo una: This is the end… (my friend)