19 de noviembre de 2008

EL (LARGO) OCASO DE LOS HÉROES.

HANCOCK (HANCOCK, 2008)
Dir: PETER BERG

El tema del Héroe es uno de los ejes centrales del despliegue del Cine como arte. Tras un temprano amanecer de la épica “que nos fue salvada por el cine en el siglo XX” según famoso apotegma de Borges, luego de unas tres décadas, la capacidad representativa del Cine fue vencida en su pureza mítica, tanto por el Zeitgeist de Occidente – que ya raigalmente rechazaba al Mito - cuanto por el tempranísimo arribo de la autoconciencia al Cine con el Citizen Kane de Welles.

Nos explicaremos: el carácter “arquetípico”, la función civilizadora, fundacional o redentora del Héroe cinematográfico hasta principios de la década del ´40, no conoció menoscabo. Ejemplarmente en el western, pero también en el film histórico, la comedia musical o el policial (pre hard-boiled, obviamente).
(1)

Tomemos como arquetipo de ese Héroe cinematográfico (y para simplificar) al “cowboy” del western. Era éste un hombre que vivía con cierta inocencia o hálito adánico en tierra del pecado y de la falta de Ley. Su función era establecer la Ley o restaurarla allí donde faltara. Esto ocurría generalmente, a la manera de la tragedia euripideana, en el clímax de la historia, bajo forma de “Deus ex machina”. Un procedimiento que ya la literatura decimonónica (la primera en estar absolutamente desarraigada de lo Tradicional) había eliminado, fue restaurado en toda su potencia por el temprano hacer del Cine.

Esta situación del Cine, que podríamos llamar “adánica”, fue quebrada con la aparición de la autoconciencia con Citizen Kane, que se refractó –bastante tardíamente - en el género western, en el Shane de George Stevens en 1953, al que André Bazin con gran perspicacia calificó de “súper western”, en el sentido de que en su hacer desplegaba un conocimiento de la historia del género y lo sometía a “crítica”, es decir, le ponía límites y reconocía palmariamente que ya no era posible tal “ingenuidad” (la mirada del niño y su insistente llamado al héroe, que al final es solo un eco sin respuesta o despedida final a tal forma de representación). Al mismo tiempo la sustancia mítica era expuesta en forma más extrema y pasaba a constituirse en “tema” de la película. Esta intuición de Bazin, fue más tarde, en Argentina vuelta concepto con la “autoconciencia” de Ángel Faretta. (2)

La autoconciencia impactó en el tema del Héroe de manera brutal. Después de Kane (Caín, recuérdese) y de Shane, podemos pensar en una línea que nos lleva directo hasta Kurtz (y que por una larga lista, cada uno con su matiz particular, de un Corleone, Travis Bickle, Harry Caul, Harry Callahan, Snake Plisken, Truman, John Connor, etc, etc) (3), simétrico Kane (recuérdese que El corazón de las tinieblas iba a ser la primer película de Welles). En el terreno puro del western esto es más evidente si pensamos en la línea que une dos personajes de John Ford interpretados por el mismo actor, John Wayne: del Ringo Kid de La diligencia (1939), héroe de aliento mítico al Ethan Edwards de The searchers (1956), personaje oscuro y vengativo, que es excluido del orden social. Podemos pensar que en esos 17 años se diluyó gran parte del capital mítico que el Cine había pugnado por reintroducir en la representación occidental.

Pues bien, esta última década, desde el comienzo del nuevo siglo, parece fértil en la explotación de uno de los sub-géneros y sub-temas más cercanos a nuestro tema: los superhéroes. Nacidos en su mayoría en las décadas del ´20 y del ´30 (en cierta sintonía con el fenómeno que exponíamos más arriba) han sido regresados a la vida en estos pocos últimos años. Superman, El Hombre Araña, Hulk y especialmente el Batman de Christopher Nolan han sido la avanzada a la que se sumaron otros de factura más reciente como Daredevil, Hellboy, Elektra y un largo, larguísimo etcétera.

Cada vez más, en estas películas, el Héroe es menos héroe, menos arquetipo, menos criatura mítica, habitando en un mundo fantástico a la su medida y a medida de sus enemigos, los “villanos” (4). Cada vez es más humano, falible, débil. La enumeración de los matices que esta fascinante (fascinante para el estudioso, claro) situación presenta nos llevaría muy lejos en este momento, pero el fenómeno, creemos, es transparente: según la repetida y errónea fórmula, los héroes, así como nuestros próceres no son más “de bronce” (5) sino que ahora “son como nosotros”, es decir, meramente humanos. Es decir (decimos nosotros) lo contrario de héroes.

Estos héroes contemporáneos están lejos del bronce y más lejos aún por consiguiente del oro. Son hombres comunes con algún poder o cualificación de algún tipo que los pone por encima de una humanidad caída, ante la cual siguen representando el papel de salvadores o reparadores de la Ley. Pero en el estado actual, solo pueden ser tolerados representativamente si por delante de sus dones o virtudes se transparentan sus defectos. Como fórmula general podríamos decir que en este grado 0 del Héroe es la Hybris lo que resulta admirable. En Aquiles importa el talón y no los hechos heroicos.

Luego de esta introducción (demasiado larga nos tememos) nos encontramos en las puertas de Hancock, el héroe que es anti-héroe (6), el esperpéntico superhéroe de una ciudad caída, Los Ángeles (es decir Hollywood, por supuesto). Hancock es un bebedor compulsivo que vuela sobre la ciudad con una botella de bourbon en su mano, aterriza destrozando asfalto y edificios y cuyas intervenciones producen más caos y destrucción que el bien que producen. Los ciudadanos ya lo detestan hasta el punto de insultarlo cada vez que interviene, las autoridades quieren ponerle freno ya que cuesta millones de dólares arreglar sus destrozos, la Justicia lo busca por más de 600 contravenciones.

Ahí es cuando se cruza en el camino de Hancock un publicista que quiere enseñarle a convivir en este mundo democrático, donde hasta un súper-héroe necesita tener “buena imagen”. En esta contraposición y esta suerte de contra-iniciación que debería sufrir el Héroe, se contenía uno de los planteamientos más radicales expuestos por el Cine hasta el momento sobre esta situación.

Hancock es el grado 0 del Héroe en la sociedad democrática: no sirve para nada, es un monstruo, una excrescencia de un mundo primitivo y perimido, ocupa casi el lugar de enemigo público (7) pero sin grandeza trágica. El Héroe es ahora personaje cómico.

Exponer con crudeza este hecho no es el menor acierto de esta película fascinante y fallida por partes iguales. Fascinante porque ha ido casi hasta el límite en la disección del Tema del Héroe, de manera por demás evidente. Solamente ha sido superada en este camino, creemos, por la gema de Pixar (el único Estudio que merece este nombre hoy día) Los increíbles, de la que nos gustaría algún día hablar en este lugar. Fallida porque no solo no llega al fondo de este problema, sino porque por un giro de la trama hacia la mitad exacta del filme, el tema es desviado y anulado.

El espectador atento notará que todo Hancock es en realidad, una suerte de desviada remake de la anteriormente mencionada Shane. El triángulo amoroso entre el Héroe, el hombre y la mujer, donde la mujer evidentemente reconoce al Héroe (aunque claro, como decía Bioy, el héroe de las mujeres no siempre es el de los hombres…) La imposibilidad del Héroe de insertarse en una “normalidad” humana. El abandono de la ciudad una vez reestablecida la Ley.

Pero estos temas son traídos para ser abandonados rápidamente, una vez establecidos, por una suerte de tour de force emotivo-amoroso que desbarranca el filme hasta su disolución.

En lo estrictamente cinematográfico, no hay mucho para decir, en tanto obra de arte autónoma. Es un producto correcto, de ciento cincuenta millones de dólares, efectos especiales digitales que ya se “muestran” como efectos, con cierto tinte irónico, actuaciones ad hoc, con un mero director a la cabeza, Peter Berg. Nos permitimos soñar con esa platónica película que hubiera sido Hancock si hubiera caído en las manos de un verdadero Autor.

¿Por qué entonces dedicarle tanto tiempo y espacio a una película fallida como ésta? Porque, como bien decía el poco visitado Mario Praz, es en las de artistas menores donde se plasman con más claridad los rasgos (vueltos clisé) de una época artística. Hancock con todas sus taras y deficiencias sigue siendo una incitación a pensar el central tema del Héroe y el Cine, en el estado caído en que se encuentra hoy. Estas esquemáticas y apresuradas notas son nuestra respuesta a esa incitación.


Notas.

(1) Solamente la comedia, atenta a su función tradicional, nos mostró “al hombre tal como es” y no el hálito trágico del Héroe que era el alimento cotidiano del Cine.

(2) Ver más sobre este concepto en el volumen El concepto del cine y en el reciente Espíritu de simetría. Lo mismo puede decirse de otros conceptos que utilizaremos ocasionalmente en estas críticas y ensayos y que provienen de la Teoría de Faretta. Conceptos que por otra parte sus lectores conocen bien.

(3) Creemos que, en esta línea, la culminación- corrección es el Jack Dawson del Titanic de Cameron, la última película autoconciente, la Summa del Cine.

(4) ¿Ha sido alguna vez entendida esta palabra? “Villano” se usaba en la Edad Media, en sentido despectivo, del que venía del campo, el labriego, como opuesto a la ciudad amurallada, al castillo, sede y residencia del Señor feudal, esto es, quien era el brazo armado, protector, el que por juramento de vasallaje hacia el Rey, era el Guerrero. Villano así es lo opuesto al Guerrero, el “no hidalgo”.

(5) Repárese en el error que contiene esta afirmación: los héroes siempre fueron Hombres de Oro en sentido tradicional y solo la decadencia lleva a caer hasta el hombre de hierro actual, que ya por supuesto no es héroe; resulta clarificador en sentido simbólico que se utilizara el bronce para los próceres, clarificador de que mentalidad creo esos tristes monumentos).

(6) Esta palabra es otra cristalización conceptual de la situación caída del Héroe de hoy, o mejor dicho, de la capacidad representativa menguada del Cine de hoy. Repárese en la insistencia contemporánea sobre este término y su connotación “positiva”.

(7) El tema del “exceso” del Héroe o del Guerrero, no es nuevo por supuesto. Véase en este sentido el brillante estudio de George Dumézil, El destino del guerrero.

1 comentario:

Francisco Cellini dijo...

"Estos héroes contemporáneos están lejos del bronce y más lejos aún por consiguiente del oro"
simplemente hermoso